Llegó el verano con sus días largos y soleados, y la cigarra muy contenta con el buen tiempo dedicaba las horas a cantar alegremente. Mientras tanto una pequeña hormiga, vecina suya, pasaba el día entero trabajando, recogiendo trigo y cebada.
- ¡ hormiga! ¿No te fatiga tanto trabajo? Descansa un rato conmigo mientras canto algo para ti. – Le decía la cigarra. - Mejor harías en recoger provisiones para el invierno y dejarte de tanta holgazanería – le respondía la hormiga, mientras transportaba el grano, atareada. La cigarra se reía y seguía cantando alegremente. - ¡No sabes disfrutar de la vida, amiga hormiga!
Pasaron los días y de pronto una mañana la cigarra se despertó aterida de frío, el viento soplaba y las hojas de los árboles se volvían amarillentas y caían. ¿Dónde estaban los cálidos rayos de sol y el canto de los pájaros ahora? Hambrienta y sin saber que hacer la cigarra se fué a buscar a la hormiga que había sido previsora, y había acumulado comida para el invierno.
- ¡Hormiga!Tengo frío y hambre, ¿no me darías algo que te sobre? Tú tienes mucha comida y una casa caliente, mientras que yo no tengo nada. La hormiga entreabrió la puerta de su casa y le dijo a la cigarra. - Dime amiga cigarra, ¿qué hacías tú mientras yo madrugaba para trabajar? ¿Qué hacías mientras yo cargaba con pesados granos de trigo? - Cantaba, bajo la sombra de los árboles.- dijo apenada la cigarra. - Cantabas en el verano, pues ahora baila durante el invierno.- Y le cerró la puerta.
La cigarra aprendió la lección, y se dió la vuelta para ir a buscar un refugio, pensando que iba a ser un invierno muy largo.
Ay, Celia... deja a los niños de infantil que sean cigarras, que ya tendrán tiempo de ser hormigas...
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